jueves, 28 de febrero de 2008

4´33´´ o la recepción como obra


Es momento ya de meternos con el autor que da título a este blog, y con la obra que, desde mi punto de vista, más puede ilustrar el concepto de la definición hipertextual de Balasubramanian del usuario como creador y agregador de la obra. Y no es sino 4´33´´, una de las obras más famosas de John Cage, y que no consiste sino en una orquesta -o solista, o lo que sea: en el propio encabezamiento de la partitura se lee "for any instrument or combination of instruments"- que marca tres movimientos durante cuatro minutos y treinta y tres segundos de total silencio.
Por si le pareciera a alguien un exceso gamberro propio de la vanguardia, recuperemos la principal reflexión de Cage a propósito de los componentes expresivos de la música. Para él, dos cosas eran primordiales: la búsqueda de nuevos sonidos (la erosión del binomio ruido/ música) y, principalmente, la valoración del silencio, no como motivo expresivo -papel al que le relegan los tratados de solfeo- sino como componente binario, coexistente e indispensable, de la música en si.
"El sonido tiene cuatro características: altura, timbre, intensidad y duración. El opuesto y necesario coexistente del sonido es el silencio. De esas cuatro caracterísiticas, sólo la duración tiene que ver tanto con el sonido como con el silencio. Por tanto, una estructura basada en duraciones (...) es correcta (se corresponde con la naturaleza del material) mientras que la estructura armónica es incorrecta (derivada de la graduación tonal, que no tiene sentido en el silencio" (Cage, John, Silencio, Madrid, Árdora ediciones, 2007, pág. 63, nota a pie 2)
Por lo tanto, la propia naturaleza constitutiva de la expresión sonora nos licita a plantear una obra verdaderamente musical basada exclusivamente en el silencio. No que lo emplee, sino que lo sea estructuralmente. En su obsesión por el silencio (en la que su contacto con la cultura de la vacuidad zen juega un papel fundamental) Cage se aisló en cámaras perfectamente herméticas acústicamente. Y descubrió que, al cabo de cierto tiempo de experimentar lo más cercano al silencio absoluto, comenzó a escuchar tres cosas: su respiración, el latido de su corazón, y el zumbido de su propia presión sanguínea. Luego, silencio y ser humano son magnitudes incompatibles. (Incluso para el sordo; en palabras de Werner Herzog -En el país del silencio y la oscuridad, fantástico documental sobre el universo de los sordos ciegos- "la gente cree que la sordera es el silencio, pero no lo es. Es un zumbido constante, que va desde un suave rumor a algo absolutamente insoportable)
¿Qué consigue una orquesta, o un solista, cuando plantea al público una obra que consiste en tres movimientos de total silencio? Este es un enlace a una grabación de la obra en el Barbican Hall http://youtube.com/watch?v=hUJagb7hL0E
El propio presentador deja muy clara la peculiaridad de 4´33´´ a la que me quiero referir cuando afirma en la introducción que el propio Cage no estaría demasiado contento de que la obra fuese televisada porque ustedes en casa van a experimentar la obra en una forma muy diferente al público aquí presente. Y es que 4´33´´ es una obra "irreproducible", puesto que expande la obra musical al campo experiencial más radical y subjetivo. No se puede delegar vicarialmente la experiencia de la obra de Cage. Una sinfonía de Mahler diminuye cualitativamente con su grabación -captación de armónicos, etc.- pero resulta reproductible en un grado isoacústico aceptable. Pero nosotros, de querer plantear una pista de completo silencio en un CD de cuatro minutos y treinta y tres segundos de duración, estaríamos muy lejos de "grabar" esta obra. No quiero caer en tópicos, pero verdaderamente no creo que haya nadie que escuche 4´33´´ de una forma análoga a otra persona.
En cuanto el intérprete da la señal de haber empezado la obra, la tensión se apodera del público. Es una obra incómoda, el silencio lo es. Pronto comienzan los ruidos. Los ruidos involuntarios, perfectamente audibles gracias al silencio generalizado. Alguien revolviéndose en su butaca. Un golpe de un pie contra el suelo. Las trepidaciones de la madera, la dilatación de los focos, las toses, los cuchicheos. El público, con sus irrefrenables e involuntarios ruidos, está construyendo 4´33´´, está siendo incorporado a la obra, la está creando.
En este sentido, el planteamiento de 4´33´´ no podía tener más en común con los parámetros hipertextuales de Balasubramanian. No hay muchas más obras musicales donde el público cree la obra según la escucha. Es una propuesta mucho más radical que el uso instrumental del público para "repetir" determinados componentes de la obra (como corear un estribillo de FTM o las palmas de la Marcha Radetzsky en Viena) Es tomar en su literalidad la reflexión de Jauss, el público crea la obra, la recepción genera el hecho estético.
No deja de tener un cierto componente mágico el hecho de que, hasta ayer, hablaba de esta obra de oídas -en buena lógica a lo anteriormente dicho, nadie ha escuchado 4´33´´ si no la ha experimentado in situ. Pero ayer noche me dirigí al Teatro Principal para escuchar y ver el ballet de Cage (con coreografía de Cunningham) The four walls de 1944 en un montaje de Nicasio Gradaille. Y éste, a modo de bis, interpretó tras el ballet, precisamente, 4´33´´
La experiencia me dejó eléctrico. Es verdaderamente indescriptible, un teatro, preparado para la representación, el público en su butaca, y reina el silencio. Silencio que se rompe enseguida. En la platea de mi izquierda, una señora enseguida susurró "está como una chota" -no sé si refiriéndose a Gradaille o a Cage- y su susurro se convirtió en casi en un grito. Pasó por el pasillo alguien, no sé quién, pero sus pasos parecían de un coloso a punto de hacer caer el edificio. Desde el gallinero, más susurros, toses, gente que no acababa de encontrar su postura en el asiento, mi novia, a mi lado, tan nerviosa e incómoda que la oía respirar, la tapa negra del piano de Gradaille, marcando los movimientos de la obra... incluso (daban las diez) la Berenguela y un sonido metálico, insistente, hacia el final del tercer movimiento, que no sabría decir aún qué era. Así que, en medio de aquel colosal artilugio musical (gracias eternas desde aquí al señor Nicasio Gradaille, por su atrevimiento) experimenté de todo, de todo excepto cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio.
Yo mismo, todo mi entorno, nos convertimos en 4´33´´. Construimos (hipertextualmente) la obra de Cage, de una forma, ya, absolutamente irrepetible e irreproductible, fenomenológica. El ser consciente tan de golpe de las condiciones materiales de la producción del sonido musical, me deja todavía la piel de gallina al recordarlo.

lunes, 25 de febrero de 2008

Rayuela como red hipertextual


Tomemos, habiendo visto nuestro tablero de instrucciones de Rayuela, la definición de Balasubramanian que se recoge en el artículo de Bianchini

Los sistemas hipertextuales están basados en un enfoque en cual el usuario tiene la posibilidad de crear, agregar, enlazar y compartir información de fuentes diversas, proveiendo la posibilidad de acceder a documentos de manera no secuencial a diferencia de sistemas de información más tradicionales en los cuales el acceso es naturalmente secuencial
(Balasubramanian, V. (1995): "State of the art review of hypermedia: issues and applications". http://www.isg.sfu.ca/~duchier/misc/hypertext_review/index.html)

La primera parte de la definición se nos antoja ciertamente ambiciosa. El "enlace", la conectividad libre y de reglamentación laxa sí es un componente esencial del hipertexto, pero limita mucho el corpus de obras hipertextuales si aquellas han de permitir inherentemente creación y agregación por parte del usuario (en este sentido, este blog sí lo sería, pero... un videojuego?) Pero el acceso a las distintas partes compostivas del texto -documentos- de forma no secuencial si nos parece la clave de toda la propuesta hipertextual.

Es esta falta de linealidad, la que, ya según el propio Balasubramanian, define el eje deferencial entre "sistemas de información más tradicional, en los cuales el acceso es naturalmente secuencial" Este barullo queda bien definido en los dos esquemas superiores. El estilo hipertextual es una red multidireccional entre las partes constitutivas del sistema. Es caótica, en el sentido en que la combinatoria carece de un orden ortodoxo, predispuesto. La aleatoriedad en el orden de lectura es consustancial a la red. En contraposición, el orden secuencial estable una relación unívoca y única entre cada parte de la red. Sólo un elemento seguirá correctamente a su antecedente, siguiendo una combinatoria inmutable, preprogramada.

Por lo tanto; en un hipertexto, nos podemos perder. El orden está presente como carencia, no existe una lectura única. Y acabamos de ver cómo en Rayuela el hecho de que no nos podamos perder hace que Cortázar junte, ante el miedo de que esto suceda, un mapa de su libro. Un mapa, un orden combinatorio prefijado, una secuencia que ha de ser seguida.

73-1-2-116-3-84...

Por tanto el experimentalismo formal de Rayuela es precisamente eso. Un experimento formal. Rayuela convierte al libro en un juguete, en un artefacto, en un juego de buscar entre sus (en mi edición, 569 páginas) el capítulo siguiente. Es un intento, sí, de erradicar la linealidad del relato. Pero Cortázar no corta la linealidad del relato: corta la linealidad de la lectura del relato, acto que no es equivalente a éste primero. Cortázar cambia el dispositivo fáctico, el momento empírico de la lectura tradicional, pero en su estructura interna es tan secuencial como cualquier relato clásico. El capítulo 73 antecede al capítulo 1, pero lo antecede necesariamente.

Por esto Rayuela es un ejemplo proto- hipertextual. Los condicionantes del soporte del libro impreso juegan un gran papel en la dificultad de consagrar en su estructura -tan sumamente adaptada a la linealidad- una red como la del primer diagrama. Por eso es un juego, un libro- artefacto. Su nombre lo delata: la rayuela es el equivalente sudamericano al juego infantil de la mariola.

73-1-2-116-3-84...


Comenzaremos nuestra argumentación para certificar que Rayuela es un experimento que metamorfosea al libro en otra cosa, un meta- libro (ultra?- libro), un tablero de juego, una proto red hipertextual.
Tomemos el libro y comencemos a leer. Lo que se nos ofrece no es sino un libro de instrucciones. Un mapa. Una guía para convertir el libro en tablero. Si leemos este "Tablero de dirección", anterior a cualquier otra cosa en el texto, encontramos un vocabulario que remite instantáneamente al juego, a la instrucción, al reglamento:
"A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros. El lector queda invitado a elegir una de las dos posibilidades.
El primer libro se deja leer de forma corriente, y termina en el capítulo 56 (...) por consiguiente, el lector prescindirá sin remordimientos de lo que sigue.
El segundo libro se deja leer empezando por el capítulo 73 y siguiendo luego en el orden que se indica al pie de cada capítulo. En caso de confusión u olvido, bastará consultar la lista siguiente:
73-1-2-116-3-84..."
Cortázar, Julio, Rayuela, Unidad Editorial, Madrid, 2001, pág. 11)
Y esta rareza, este experimento formal, incluso cambia morfológicamente el libro, pues debe este incorporar marcas tipográficas que permitan el desarrollo del juego:
"Con objeto de facilitar la rápida ubicación de los capítulos, la numeración se va repitiendo en lo alto de las páginas correspondientes a cada uno de ellos" (Cortázar, Julio, id.)
Pero esta audacia formal, este mapa de dirección que tenemos aquí, teniendo en cuenta los gráficos hipertextuales que se ofrecen en http://www.ldc.usb.ve/~abianc/hipertexto.html, encajan mejor en el estilo secuencial -que es el de la narración clásica, no lo olvidemos- o en el hipertextual?

viernes, 8 de febrero de 2008

El dos azul, o convertir un libro en un tablero



Antes de incorporar la oportuna entrada sobre Rayuela, me gustaría dejar constancia de un libro bellísimo y asombroso, "El dos azul". Una obra exquisita, que exige una gran sensibilidad para ser apreciada. Más próximo a una obra de vanguardia escultórica que a un libro infantil -formato bajo el cual se vende- esta obra de David A. Carter nos dará, creo, ciertas claves válidas para aclarar ciertos preceptos de nuestro análisis de Rayuela.

"El dos azul" es la segunda parte de "Un círculo rojo", cuyo funcionamiento era análogo. El niño se enfrenta al libro, lo abre y ante él se despliega una fantástica composición de papel que, en alguno de sus recovecos, esconde un pequeño "2" de color azul -un círculo rojo, en la primera versión- que el niño debe descubrir girando y mirando la escultura por cuantos ángulos pueda ser mirada. Aunque el único texto -entiéndase "texto" en su sentido más tipográfico- que acompaña a las esculturas son pareados asonantes que dan pistas vagas sobre la ubicación del escurridizo número ("Viaja en un barco con gozo/un dos azul en dos trozos", etc.) es indudable que el libro plantea, con su reto, cierta estructura narrativa. El lector debe hacer un esfuerzo por encontrar el libro, por completar la laguna de la dialéctica ausencia/presencia, "no hay un dos- ahí está el dos". Una elemental trama de descubrimiento no exenta de cierto suspense.

No habrá dos lecturas del dos azul iguales. Mientras que unas esculturas resultarán fáciles para este niño, para el siguiente serán las más complicadas, etc. Ni siquiera hay que encontrar todos los doses para llegar a la última de las esculturas, compleja, pues el "2" se forma por mediación de las sombras de la cartulina. Sin duda muchos niños -he de confesar que fue también mi caso- abren compulsivamente el libro, deslumbrándose con cada nuevo despliegue de cartón, sin encontar el dos previo al consecutivo. Seguro que, vistas todos los desafíos -auténticas "pantallas" de videojuego- se ha tenido que volver atrás para localizar el par de doses escurridizos.

He ahí una característica importante: no hay una hoja de ruta unívoca. Uno se puede perder en "El dos azul". No es indispensable seguir un orden, no existe ningún gradiente de dificultad en ascenso, no existe ninguna estructura diacrónica que seguir fielmente para completar la lectura satisfactoriamente. Basta, es sencillo, con localizar todos los doses.
Aunque toda obra artística es "interactiva" - si yo no interactuase con "Ulysses" no podría emocionarme con Molly Bloom- la lectura que plantea "El dos azul" -el libro infantil en general- crea una interactividad muy diferente a la del libro en sentido restricitivo; crea una interactividad con una vertiente mucho más física, del contacto y los sentidos. Y de ahí, lo veremos con "Rayuela", la importancia del soporte a la hora de determinar la obra hipertextual.
"Un dos azul" es un libro, con una cierta estructura narrativa, acabamos de verlo, pero es también un libro-juego, un libro-tablero. Transmuta el concepto tradicional "libro" en otra cosa, en un artefacto que tocar y mover.

Y esa lectura que incorpora el tacto transmuta a su vez el propio concepto de lectura para llegar a otra relación diferente con el soporte "libro", con el objeto compuesto de hojas encuadernadas.
"Lectura" es, en propuestas como esta, una palabra semánticamente rica, poliédrica, fenomenológicamente multisensorial -aún con un predominio abrumador de la vista-
Desde el concepto tradicional, seguramente podríamos afirmar que "no se puede leer el dos azul". Se puede jugar con él.

¿Y es la propuesta de Cortázar muy distinta a este libro?

martes, 5 de febrero de 2008

¿Mirando a John Wayne...? ¡Hágalo usted mismo! (Boing Boom Tschak II)


Por dejar acabado el asunto Kraftwerk, calcad las flechas del menú en su página web hasta que deis con la opción Boing Boom Tschak
Encontraréis una especie de pentagrama verde con una serie de formas geométricas que pasan a toda velocidad. Pulsando sobre cada forma se produce un sonido diferente, con la opción de poder grabar y reproducir las combinaciones que el usuario tenga a bien realizar. ¿Qué puede ser esto? ¿Un lúdico simulacro de sintetizador, una "brincadeira", que dirían los amigos del sur?


Nada de eso. Se trata de un fantástico y ejemplar ejercicio de hipertextualidad que, además, vuelca toda la responsabilidad de la obra en el espectador, en la más pura tradición jaussiana de la estética de la recepción.
El disco Electric Cafe comienza con la canción homónima a este juego, Boing Boom Tschak -en algún recopilatorio se remezcló como "Music non stop"- La base de este tema es la misma que escuchamos al arrancar el juego, y el primer plano lo ocupan esos sampleados vocales tan simpáticos: boing, boom, tschak, peing, tzong.
El tema se desarrolla -en esencia- precisamente así, en soltar sobre la base en determinada cadencia los samplers vocales de los que aquí dispone el usuario.
Así, el "lector" de la página está en condiciones de reelaborar "su" propia versión de Boing Boom Tschak, alternativa a la que en su día propuso el grupo.
Lo que consagra esta página es una propuesta audaz: la posibilidad, ofrecida por el propio autor, de reescribir su obra. Un equivalente musical de Composición Número 1 de Saporta.
Esta misma idea se recoge en algunas otras zonas de la página de Kraftwerk, como Pocket Calculator, que juega a algo muy parecido. El lector está aquí en condiciones de hacerse para si su versión a la carta de la obra musical.
No falta quien, ante el desarrollo de todo el asunto de la realidad virtual ya barrunta con la posibilidad de introducirse en Centauros del Desierto y reescribir personalmente el relato a su gusto -aniquilando por eso mismo su función cauterizadora, diría Requena- Ante este tipo de propuestas alerta Roman Gubern en Del bisonte a la realidad virtual. ¿Qué habría pasado si el público hubiese tenido posibilidad de escoger el final de Hamlet? ¿Si despertásemos un día en la célebre "holocubierta" del Enterprise y fuéramos Ethan Edwards, describiríamos literalmente su arco heroico... o correríamos a salvar a Martha aprovechando nuestra esfera de conocimiento?